Sobrecoge ver las devastadoras consecuencias de la pandemia provocada por el Covid-19. A las miles de víctimas se une la gran crisis económica que amenaza a todos los países del mundo, similar a la provocada por la segunda guerra mundial, según los analistas.
El coronavirus es un gigantesco cisne negro que nos ha desconcertado a todos, y ha evidenciado la debilidad de los países occidentales por su dependencia de las fábricas chinas. Vemos, con estupor, que lo que realmente necesitamos para salvar vidas son equipos de protección, test y respiradores.
En estos días aciagos, son numerosos los españoles que se hacen preguntas sencilla y lógicas: ¿por qué no se fabrican respiradores, test, mascarillas y trajes de protección en España? ¿no somos, acaso, un gran país industrializado?
Sí, claro que la industria española puede fabricar todo eso, pero es ahora cuando nos hemos dado cuenta de la falta de ecosistemas digitales y de que no sabemos quién hace qué. No tenemos un mapa de capacidades y necesidades industriales.
Resulta esperpéntico ver a las Administraciones públicas españolas, tanto al Gobierno Central, como a las Comunidades Autónomas, recurrir a la industria china como única alternativa, cuando podrían haber optado por nuestro propio ecosistema tecnológico, digital e industrial.
Pero la sociedad siempre va por delante de la política, y la respuesta de nuestros empresarios está siendo impresionante. Las acciones de Amancio Ortega son las más conocidas, pero hay otras iniciativas que son para quitarse el sombrero, entre ellas la de Fama Sofás, la empresa de Yecla, liderada por mi admirado Félix López, que inmediatamente se ha puesto a confeccionar mascarillas. La de Plásticos Dúrex S.A., o Industrias Maxi, que están fabricando pantallas de protección facial. Empresas de automoción como Seat, que ya ha comenzado con la producción de respiradores, o Iveco que ha puestos sus impresoras a imprimir equipos de protección para sanitarios. La solidaridad también se ha contagiado y son infinitos los ejemplos a lo largo y ancho de nuestra querida España.
Los ecosistemas digitales
Con respecto a los ecosistemas digitales, quiero recordar algunas de las lecciones aprendidas del profesor Gonzalo León. Para el profesor León, un ecosistema digital debe aglutinar múltiples actores, públicos y privados, con diferentes roles complementarios que generen interacciones sustanciales entre todos ellos, alrededor de flujos de conocimientos. Dependerá del despliegue de infraestructura TIC, y de la disponibilidad de recursos humanos cualificados. Igualmente, generará un impacto económico sustancial en un sector o área geográfica determinada.
Ahora, en medio del desastre, vemos las consecuencias del poco esfuerzo que hemos realizado, como país, en desarrollar estos ecosistemas. Me quejo, y lo volveré hacer cuantas veces haga falta, del absoluto desconocimiento que tienen nuestras Administraciones de los ecosistemas tecnológicos que les rodean.
Voy a formular algunas preguntas, a ver si alguien conoce una fuente pública en la que se pueda consultar:
1.- El parque de impresoras por tipología y capacidades de fabricación aditiva en España.
2.- Las empresas expertas en fabricación aditiva disponibles en España, por industria y por territorio.
3.- Las empresas con capacidad de diseño, implementación e industrialización de equipamiento electrónico desde cero. Por ejemplo, fabricación de electroválvulas.
4.- Las empresas especializadas en desarrollo de aplicaciones de geoposicionamiento y analítica de datos.
Pero ¿por qué no hay respuestas? Por dos motivos. Porque las Administraciones públicas, salvo honrosas ocasiones, como la del Instituto de Fomento de la Región de Murcia, no han hecho nada para clasificar este ecosistema. Y también, porque no estamos siendo capaces de utilizar las tecnologías disponibles. No estamos usando la analítica de datos para conocer cómo es, y dónde se ubica, nuestro patrimonio empresarial. La inteligencia artificial, de la que tanto nos gusta hablar, está disponible para algo.
Durante la campaña electoral de 1992 en EE.UU., el estratega de Bill Clinton, James Carville, utilizó una frase mítica que resultó decisiva para derrotar a Bush: “Es la Economía, estúpido”. Recupero ahora esa misma frase, pero adaptada al contexto español: “Son los ecosistemas, estúpido”.
En noviembre 2015, mi colega Bruno Cendón (actual directivo en Facebook) y yo, participamos en el primer informe sobre la industria conectada en España, para Fundación EOI. En ese documento, que tuve el honor de coordinar, recomendábamos, a las Administraciones públicas, la elaboración de un mapa de capacidades tecnológicas y necesidades industriales. Poco caso hicieron. Hoy, en plena pesadilla por coronavirus, hubiese sido la herramienta clave para evitar todo este agobio de pedidos a China, además el gasto se quedaría en casa.
Pero aún estamos a tiempo, ¿Por qué no lo hacemos?